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    Los caballos también sufren estrés

    28 enero, 2019

    Animales como el perro, el gato y el conejo pueden estresarse como los seres humanos. ¿Por qué el caballo iba a ser menos? La realidad es que los equinos también pueden sufrir nerviosismo excesivo y ansiedad. Te contamos cómo detectarlo y cuáles son sus posibles soluciones.

    Señales de estrés
    A decir verdad, los síntomas de estrés en el caballo son similares a los de los animales antes mencionados:

    1. Apatía.
    2. Inapetencia.
    3. Irascibilidad.
    4. Ritmo cardíaco acelerado.
    5. Desobediencia.
    6. Comportamientos extraños.

    Posibles causas
    Hay que tener en cuenta que los caballos son animales sensibles y empáticos, por lo que su estrés puede estar motivado por numerosas causas. Las más comunes son:

    1. Sobreesfuerzo. Este problema es frecuente sobre todo en los caballos de carreras. La presión y el sobreesfuerzo físico puede provocar en ellos un fuerte estrés que a menudo desemboca en depresión.

    2. Falta de ejercicio. En el otro extremo encontramos el sedentarismo. Los equinos necesitan ejercicio al aire libre para equilibrar su cuerpo y su mente.

    3. Experiencias traumáticas. Cualquier experiencia negativa que haya vivido el animal en el pasado puede afectar a su presente. Una caída, un golpe, malos tratos… Todos ellos son posibles desencadenantes.

    4. Falta de cariño. Como decíamos, los caballos son muy empáticos, por lo que la falta de afecto por parte de sus cuidadores les afecta muy negativamente. El cariño es fundamental para ellos.

    5. Alimentación deficiente. Necesitan una nutrición adecuada para mantener su extraordinaria fortaleza y potente musculatura. La falta de vitaminas deteriora su estado físico y psicológico.

    ¿Qué hacer?
    Ante cualquier señal de estrés o ansiedad, hay que tomar medidas. Lo ideal sería comenzar por un examen veterinario para descartar cualquier dolor o enfermedad física. El siguiente paso sería asegurarse de que el animal realiza el ejercicio suficiente, lleva una alimentación equilibrada y el entorno en el que vive es adecuado.

    Si a pesar de contar con todas las necesidades básicas el problema no remite, sería hora de acudir a un educador profesional. Él sabrá determinar cuáles son las pausas a seguir para aliviar su malestar.

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