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    Hernia de disco en el perro: cómo detectarla y cuál es el tratamiento a seguir

    15 enero, 2020

    Seguramente hayas escuchado hablar varias veces de la hernia de disco en humanos, pero ¿sabías que los perros también pueden padecerla? Los síntomas que produce son muy similares a los nuestros, así como el tratamiento y la intervención quirúrgica. Te lo explicamos todo sobre esta patología.

    Qué es una hernia de disco
    La hernia de disco o hernia discal es una patología causada por el desplazamiento de uno de los discos intervertebrales. Esta anomalía produce una compresión de la médula espinal, lo que genera dolor, rigidez y en los estados avanzados descoordinación.

    Por ello, un perro que sufra este tipo de hernia apenas caminará, mantendrá la columna arqueada y la cabeza agachada. Tendrá una gran dificultad para mover las patas traseras e incluso puede que se arrastre o que deje de hacer sus necesidades.

    Las causas pueden ser varias. A veces esta desviación se da a consecuencia de un golpe o traumatismo fuerte (un accidente, una caída, etc.). Pero también aparece como resultado de una degeneración cartilaginosa, propia de perros pequeños con la columna alargada, o por una degeneración fibrosa, común en la edad adulta.

    Grados de deterioro
    Dependiendo del estado de la hernia encontramos distintos grados de deterioro:

    Grado I. El perro sufre dolor en las patas traseras y le cuesta caminar, pero no pierde la movilidad. Todavía no se han producido daños neurológicos.

    Grado II. La hernia comienza a comprimir la médula, por lo que aparecen los primeros daños neurológicos. El perro puede seguir caminando pero empieza a dar señales de desequilibrio y descoordinación.

    Grado III. La compresión de la médula es más intensa, dando lugar a lesiones neuronales más severas. Aquí el perro sufre una parálisis leve (paresia) en una de sus patas traseras o en ambas. Puede que comience a arrastrarlas.

    Grado IV. La parálisis se intensifica y aparecen los primeros indicios de retención urinaria.

    Grado V. Además de todo lo anterior, el animal experimenta una pérdida casi total de la sensibilidad de las extremidades traseras.

    Diagnóstico, pruebas y tratamiento
    El primer paso para diagnosticar la hernia discal es una exploración física. Frente a cualquier pequeña sospecha, el veterinario realizará un TAC, una resonancia magnética o una mielografía, que permite comprobar el estado de la médula mediante el uso de un contraste.

    Una vez haya determinado el estado de la hernia y su grado de deterioro, el especialista debe decidir cuál es el tratamiento a seguir. Este dependerá del grado de deterioro, aunque has de saber que la única manera de eliminar la hernia definitivamente es extirparla mediante cirugía.

    Para los grados I y II puede valorarse el tratamiento conservador. Es decir, reposo, administración de analgésicos y antiinflamatorios y, si así lo aconseja el veterinario, fisioterapia.

    Los grados III, IV y V requieren la operación. El objetivo es eliminar el material discal herniado para descomprimir la médula espinal. Se trata de una intervención con un alto índice de éxito y recuperación, aunque no descarta la posibilidad de una aparición en otra hernia en el futuro. En cualquier caso, cuanto antes acudamos al veterinario, mayores serán las probabilidades de éxito.

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