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    ¿Mimamos demasiado a nuestras mascotas?

    13 noviembre, 2019

    El cariño que nos ofrecen nuestras mascotas es ilimitado y, por supuesto, nosotros debemos corresponderlas de la misma manera. No obstante, el problema surge cuando nos excedemos en nuestros mimos, hasta el punto de llegar a perjudicarlas. Pero, ¿realmente mimamos demasiado a nuestros animales de compañía? Tratamos esta cuestión.

    ¿Dónde está el límite?
    Como decíamos, a nuestras mascotas nunca ha de faltarles el cariño y los cuidados adecuados. Pero, ¿dónde está el límite? ¿Hasta qué punto podemos consentirlas sin ocasionar problemas?

    A grandes rasgos podemos decir que sobrepasamos el límite cuando nuestro animal de compañía abandona sus ‘modales’ y dificulta la convivencia. Por ejemplo, si consentimos a nuestro perro hasta el punto de darle comida desde la mesa, acabará por ladrarnos insistentemente mientras comemos.

    Este es sólo un pequeño ejemplo que puede ayudarnos a darnos cuenta de que hemos consentido demasiado al pequeño y de que debemos replantearnos su educación. Son este tipo de hábitos los que nos hacen saber que estamos haciendo las cosas mal.

    El peligro de los mimos desmedidos
    Aunque a nosotros nos resulte difícil, e incluso ‘cruel’, imponer límites y normas a nuestros peludos, la realidad es que con ello les beneficiamos. Y es que los expertos afirman que al humanizarles no sólo generamos estos problemas de comportamiento, sino que también robamos su identidad como animales y mermamos su instinto natural.

    Esto deriva en importantes trastornos psíquicos que, a su vez, pueden dar lugar a problemas como agresividad, dominancia, miedo, antisociabilidad, conductas destructivas y ansiedad por separación, entre otros muchos.

    El punto medio
    Dados todos estos datos, es evidente que debemos encontrar un punto medio entre la falta de cariño y los mimos excesivos. A veces no es fácil, sobre todo si ya hemos adquirido ciertas costumbres. Lo ideal para alcanzar este equilibrio es marcar unas reglas que debe seguir toda la familia.

    Por ejemplo, nada de dejar que salte sobre nosotros, regañarle cuando destroce algo, nos arañe o nos muerda, no darle comida desde la mesa e impedir que tire de la correa durante los paseos. Un adiestrador profesional podría servirnos de gran ayuda en todo este proceso.

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