A primera vista, una serpiente puede parecerte una mascota ideal. No hay que sacarla a pasear, no hace ruido ni araña las cortinas. Además, parece feliz viviendo dentro de un terrario, ¿verdad? Si piensas así, estás muy equivocado. Te contamos por qué.

La crueldad del cautiverio
Las serpientes son animales salvajes que necesitan vivir en su hábitat natural para sentirse libres. En un ambiente doméstico se sienten frustradas y su salud se deteriora enormemente. De hecho, muchas de ellas mueren a causa del estrés que les provoca el cautiverio.

No son domesticables
Estos reptiles no son como los perros o los gatos. El contacto con los humanos les resulta muy estresante, lo que puede dar lugar a una fuerte ansiedad. A su vez, esto ocasiona lesiones y enfermedades.

Cuidados complejos
Requieren muchos cuidados. Para empezar, su terrario debe ser muy amplio, por lo que tendremos que sacrificar mucho espacio de nuestra casa. Además, hay que limpiarlo frecuentemente, adaptar su temperatura interior y regular su nivel de humedad.

Mención aparte merece su peculiar alimentación. Las serpientes comen roedores congelados que podemos comprar en tiendas especializadas. Con ello favorecemos la matanza masiva de estos animales.

Un reptil peligroso
Si se sienten vulnerables o hambrientas, las serpientes pueden atacar a cualquiera que se acerque. Además, si se escapan pueden provocar una fuerte situación de peligro tanto para las personas de su alrededor como para ellas mismas.

Su venta esconde un turbio negocio
Los animales exóticos sufren un auténtico calvario para llegar a los escaparates de las tiendas. Son alejados de su hábitat natural y transportados a otros países en pésimas condiciones, hasta el punto en que muchos de ellos mueren por el camino.

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