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    Los hábitos de apareamiento más extraños del reino animal. ¡Alucinarás!

    27 agosto, 2018

    La reproducción en el reino animal es un tema que siempre ha llamado la atención de zoólogos y etólogos. Y es que las prácticas de apareamiento de algunas especies son, sin duda, dignas de estudio. Resumimos algunas de las más extrañas.

    La doble fecundación del caracol
    Debido a su condición de hermafrodita, los caracoles se fecundan el uno al otro durante la reproducción. Ambos tienen la capacidad tanto de producir espermatozoides como de formar huevos en su interior. De hecho, algunas especies pueden autofertilizarse.

    Durante la cópula, uno de ellos inserta su dardo calcáreo (ubicado dentro del orificio genital) en el reproductor femenino del otro. A través de este dardo, lanza cadenas de ADN que se disuelven dentro del órgano reproductor femenino y liberan el esperma. Este proceso puede durar de 10 a 21 horas.

    El canibalismo de la mantis religiosa
    Durante la cópula o justo al finalizar la misma… ¡la hembra de mantis religiosa se come al macho! Aunque esta situación es más común en cautiverio, también se dan casos de canibalismo en libertad.

    Algunas teorías defienden que este ‘festín’ aporta un extra de energía a la hembra. Pero algunos expertos argumentan que, al comerse al macho, desinhibe el centro nervioso que bloquea la salida del esperma, con lo que favorece el éxito reproductivo. Escalofriante, ¿verdad?

    Los testículos ‘explosivos’ de la abeja
    El macho de la abeja de miel paga un alto precio por su reproducción con la abeja reina. Tras superar a todos sus rivales y lograr acceder a su majestad, los testículos del macho vencedor explotan y quedan dentro de la hembra, lo que supone la muerte para él.

    Este hecho tan extraño tiene una explicación. Los testículos ejercen la función de ‘tapón genital’ para impedir que otros zánganos fecunden a la reina.

    El amor absorbente del rape
    Una vez encuentra a una hembra que le atraiga, el macho de rape la muerde, con lo que libera unas enzimas que fusionan a ambos peces en un solo cuerpo.

    Así quedan unidos hasta que la hembra está lista para reproducirse. Entonces el macho segrega el esperma y se convierte en una especie de parásito que permanecerá adherido a su pareja el resto de su vida.

    Este ‘abrazo’ tan absorbente tiene un por qué. El rape vive en la más absoluta oscuridad, por lo que le es difícil encontrar a otros de su especie. Por ello, cuando por fin encuentra un ejemplar femenino no lo deja escapar.

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